«Siento la melancolía de un empeño inútil, de algo que se me ha escapado de entre las manos».
Miguel Sánchez-Ostiz, La gran ilusión
Tardes lentas no es un hijo de su tiempo: impera el culto a lo instantáneo e inmediato, a vivir deprisa. Se lee menos y se publica más, estamos insertados en un contexto de sobreinformación ─que no forzosamente conocimiento─ y un monopolio de lo audiovisual. Estoy seguro de que muchos ven en el blog un formato desfasado y pesado; sin embargo, yo lo encuentro como algo maravilloso, ya que te da la posibilidad de juntar palabras y, con suerte, puede que alguna vez te lean. Y esto es mucho.
Puede tildarse de ambicioso lo que pretendo, rascar algo de tiempo para que se lean los textos sobre arte o libros que publica un joven de veintisiete años que busca hacer algo por estas disciplinas que tantas veces a él le han iluminado; porque llevo años formándome y nutriéndome de ellas y, sin duda, son el universo más apasionante que he conocido.
Tardes lentas significa dar el paso, resolver ese conflicto interior que desde años atrás me pide escribir sobre lo que me apasiona. Como puede apreciar quien está leyendo estas líneas, son muchas las ilusiones y retos que el que aquí escribe vuelca en este espacio; te pido atreverte y descubrir cómo transcurre lo que promete ser ─espero─ toda una experiencia.
«Hay frustraciones muy brillantes y glorias muy grises, opacas y aburridas».
Francisco Umbral, La noche que llegué al Café Gijón