Foto: CONTRA
Ficha técnica: Axel Torres: El faro de Dalatangi, Contra, 2017, 240 páginas.
Axel Torres (Barcelona, 1983), uno de los referentes de la comunicación en el ámbito deportivo de nuestro país, ya había publicado dos obras anteriores al libro sobre el que versa esta humilde reseña; ambas muy futboleras: 11 ciudades. Viajes de un periodista deportivo y Franz. Jürgen. Pep. Y es que el fútbol en El faro de Dalatangi no es más que un pretexto para un relato autobiográfico con Islandia de telón de fondo[1].
Sin estar muy convencido al principio, a pesar de encontrarse en un momento idóneo para emprender una aventura así, Axel Torres, junto al periodista Víctor Cervantes ─quien no paró hasta convencerlo y que es autor de un capítulo del libro─, emprende una aventura vital para ambos ─cada uno con sus razones─. Viajarán a Islandia y compilarán la experiencia en forma de un libro caracterizado por toda una serie de conclusiones introspectivas y vitales del primero, acompañadas de grandes historias que también se plasman a lo largo del relato. En, por cierto, una edición muy cuidada, con un repertorio fotográfico impecable. Es posible que el lector piense, tras terminar la lectura de esta reseña, que no hay fútbol en este libro, ni mucho menos; hay grandes crónicas de fútbol que el lector a buen seguro bien disfrutará. Algunas de éstas se apuntan en la maravillosa entrevista que le hizo el formidable equipo de Ecos, que, asimismo, es un perfecto preámbulo a este texto [vídeo].
La enorme curiosidad que despertó en mí este libro propició que, en cierto modo, lo supiera todo acerca de él. Es decir, sabía qué le había movido a Axel a escribirlo o por qué emprendía este viaje en concreto, por ejemplo, por lo que mis expectativas con El faro de Dalatangi eran muy altas; un relato de alguien al que seguía en un marco geográfico espectacular, difícilmente igualable en su atractivo, y un momento personal de Axel, con una serie de preguntas “vitales” que él mismo necesitaba responderse que te generaban irremediablemente ya una empatía por adelantado con él. Algo que queda confirmado cuando uno lee la obra y se ve reflejado en muchas de las reflexiones que aparecen. Y, sí, tal y como era de esperar lo disfruté muchísimo, quedando atrapado por las historias contadas en sus páginas; de esos libros a los que siempre tendrás cariño, recordarás y, probablemente, volverás. Seguramente, no se convierta nunca en un clásico de la literatura de viajes, así como no deja de ser un libro muy sencillito ─el título no podría estar mejor escogido: Postales Islandesas del verano previo a la gesta futbolística─. Porque aparentemente es sólo eso, un breve e íntimo relato sobre un viaje, pero en el que, sin embargo, el paisaje, los personajes o las historias y anécdotas que lo componen, unido a la riqueza introspectiva de Axel, propicia que sea mucho más.
«[…] porque está tan lejos que pensamos que los problemas y preocupaciones no podrán perseguirnos hasta allí. En realidad está a cuatro horas de vuelo, y aquello que nos torturaba antes de partir nos acompaña también por las carreteras de paisajes lunares y géiseres humeantes».
Quizá debido a la alta e inevitable exigencia que tienes cuando te has creado muchas expectativas con algo, y, a pesar de que el montaje y estructura del libro me parecieron muy acertados, he echado en falta más profundidad, extensión e incluso detalle en algunas partes del escrito. Evidentemente, tanto Axel como Víctor Cervantes saben perfectamente lo que hay que contar y lo que no, así como lo que quieren hacer público en el libro, y es que considero que algunas entrevistas o anécdotas que en el viaje tienen lugar dan para mucho más. Incluso algunas veces pides a Axel que no termine tan pronto una determinada reflexión. No es fácil escribir y escribir sobre algunos sentimientos y pensamientos ─por lo duro que puede ser para uno enfrentarse a los mismos─, aunque en cierto modo en eso consiste el oficio de escritor y más siendo un libro que se podría calificar de autobiográfico. Tal vez el mejor ejemplo de esto sea el relato en el faro de Dalatangi y que da título a la obra. Precisamente, por la razón apuntada anteriormente de que era muy conocedor de los pormenores del proyecto de Axel, y, tras ver la profundidad con la que éste relata este episodio en el vídeo ─que ya había visto varias veces antes de leer la obra─, uno esperaba un mayor detenimiento y mimo en esta historia. Ésta es la razón por la que no me detengo en comentar distintas aventuras que se narran en el texto, son tan escuetas que el escribirlas por aquí podría destriparlas y privar al lector de la gran sorpresa, incluso fascinación, ante alguna de ellas: por lo alejado que nos puede parecer la mentalidad vital y futbolísitca de la sociedad islandesa tal y como está descrita.
Sí que el acierto que tuvieron ambos del momento escogido para viajar, el verano antes de la inolvidable gesta del país en la Eurocopa y, posiblemente, la causa primera del verdadero boom que se está dando con la isla de paisajes glaciares, con todo lo que eso conlleva ─ese año que viajaron no se encontraron ese masivo flujo de visitantes─ propicia que fuera aún más increíble obtener el testimonio del que sería el gran responsable de lo que ocurriría en términos futbolísticos: Heimir Hallgrímsson, dentista y seleccionador del equipo que conquistaría Francia y a multitud de aficionados que siguieron uno de los torneos menos atractivos que se recuerdan en los últimos años. Un aspecto muy interesante es la estructura futbolística de funcionamiento del fútbol en la isla y las múltiples dificultades y condicionantes a los que tienen que hacer frente. También me llamó mucho la atención la cantidad de españoles que han ido a jugar allí y cuyo testimonio queda recogido. Sin embargo, es probable que el pasaje más entrañable del libro es el que escribe Víctor Cervantes, un tipo que está obsesionado con Eiður Guðjohnsen ─exjugador islandés del Chelsea y F.C. Barcelona, entre otros─ y que supo transmitir bastante bien lo mucho que significaba para él tener la oportunidad de charlar con el padre del ariete.
Todo el relato está hecho desde una óptica exageradamente realista, lo cual me ha gustado mucho: «En realidad, la carretera desértica no era el problema. Porque no estábamos en la carretera, sino que transitábamos por la carretera. El lugar en el que estábamos de verdad era el automóvil». No se ve adorno “poético” alguno, y quizá otros escritores hubieran sucumbido a cualquier intento de maquillar y darle tintes grandilocuentes a unas historias tan buenas. Por supuesto, que las ganas locas de ir Islandia te entrarán leyendo este libro, sobre todo, insisto, porque se convierte en una guía de viaje perfecta de cómo afrontar las distintas dificultades y maravillas que componen una aventura de esta índole. Así como te prepara para un país que a buen seguro nos es muy diferente, perfecto ejemplo de la diversidad que podemos encontrar a lo largo y ancho del continente europeo. Es tan fácil que te toque todo lo que se cuenta en la obra: las distintas reflexiones y preguntas a las que tenía que dar respuesta con el viaje, todos los sentimientos o pensamientos, todo como vía de escape, de solución al momento existencial tan delicado que Axel vive. Es tal la situación vital descrita por el autor, que incluso la aventura en sí queda como algo menor en comparación con todo lo que le ocurre a Axel. Al menos así fue mi lectura y vivencia con El faro de Dalatangi.
«Ésta es la dimensión exacta de tu confusión y de tu pelea con el mundo. Y hasta aquí has llegado para encontrar algo que no sabes ni qué es».
Notas:
[1] Las tres obras están publicadas por la editorial Contra.