«He stood on the brink of a vast obscurity».
Foto: André Kertész, Nature morte dans la chambre de Ady, 1928
«He stood on the brink of a vast obscurity».
Foto: André Kertész, Nature morte dans la chambre de Ady, 1928
«La libertad es una librería», escribió Joan Margarit. Se ha hecho habitual toparse con esta especie de eslogan. No debe extrañar, pues fue promovido con el fin de apoyar a las librerías y el mundo del libro. No pretendo esbozar qué suponen para mí las librerías. De forma contundente declaro que, por numerosas razones, no concibo la vida sin ellas. Si me ocurre esto es porque asociaría la mencionada desaparición a una peligrosa pérdida de sentido común, civismo, pausa e incluso esperanza. Mas siempre procuro mantenerme alejado de posiciones «Mr. Wonderful»; y más en este tema: la situación no es fácil para las librerías. Por eso este texto. Por eso mis «humildes proclamas» en la red social Twitter. Y por eso, en la misma calle, cuando estoy teniendo una conversación con alguien que quiere comprar un libro, le animo a que lo haga en una librería. Apuesto a que le gustará la experiencia. No me enrollo más. Aquí mis diez librerías favoritas de mi ciudad, Madrid.
Hace unos días se hizo un anuncio que los apasionados de la cultura ansiábamos, la reapertura de los tres museos más célebres de nuestro país: el Prado, el Reina Sofía y el Thyssen-Bornemisza. Sobre todo, y a pesar de que estamos lejos de volver a una normalidad que es muy difícil de recuperar tras lo devastadora que ha sido ─y sigue siendo─ la crisis sanitaria, nos hace pensar que salimos a poquito del agujero vital de estos meses. Por lo que ha sido esta mañana cuando se nos ha contado cómo va a ser esta apertura extraordinaria en el Museo del Prado. En primer lugar, y, seguramente, lo más importante: este planteamiento actual será ─a día de hoy─ así hasta septiembre. No me interesa contar qué obras vamos a ver y cómo vamos a hacerlo; el propio museo y los medios han hecho una cobertura fantástica, que incluye una explicación detallada sobre las 250 obras que el visitante podrá admirar en su visita. Es una obviedad, pero, probablemente, no volveremos a ver el Museo del Prado así. Esto es lo que me interesa. Por lo que este texto contiene una breve reflexión sobre la «la mejor exposición temporal que quepa imaginar»[1].
La expresión «museos enciclopédicos» no es gratuita. Los hay que, como el Prado ─que, probablemente, el adjetivo calificativo que más se ajusta a su esencia es intenso─, a partir de una obra de un artista en concreto, estás viendo el pincel de otros tantos. Y experimentar eso es fantástico. Hay tres obras ─por reducirlo a los casos más recurrentes y conocidos─ en este museo que muestran préstamos evidentes entre José de Ribera y Diego Velázquez. Las pinturas son: Los borrachos o El triunfo de Baco (1628 ca.), Demócrito (1630 ca.) y Esopo (1640). La historiografía da por hecho que Velázquez tuvo que coincidir con Ribera y se interesó por su obra en el viaje a Italia que realizó en 1630.
Foto: Megustaleer
Ficha técnica: Ray Loriga, Rendición, Alfaguara, 2017, 216 páginas.
Quizá sorprende el Ray Loriga que nos encontramos en Rendición. Es evidente: es un trabajo ambicioso y que busca desmarcarse ─aunque sea a juicio del lector, porque eso debería de responderlo el propio autor─ de trabajos que le hicieron grande como Lo peor de todo o Héroes, mas que también construyeron esa figura de icono. Sí que puedo asegurar que la potencia narradora tan propia en él está. Como tantas otras veces, escoge la primera persona, que nos conducirá por todas las historias que tienen lugar en esta novela, que llevó a Loriga a conseguir el importante Premio Alfaguara 2017. Precisamente, está en cada uno, es personal quiero decir, cuánto de determinante es un galardón a la hora de emitir un juicio y valoración sobre lo que se acaba de leer. Seguramente, uno de por sí le exige más. Creo que Rendición es una buena novela; ¿merecedora del Premio? eso a mí no me compete. No voy a negar que tuve presente que tenía entre mis manos una obra premiada, pero yo al menos nunca me he planteado qué tiene que tener un libro galardonado. Disfruté Rendición, y supe ver una original idea central articulada mediante las soberbias pinceladas literarias que presentan habitualmente los trabajos de este autor.
«Sorprende darse cuenta de cómo el amor alimenta y calma aun en las peores condiciones, o precisamente y con más razón en las peores condiciones».
Foto: Libros del Asteroide
Ficha técnica: Belén Rubiano, Rialto, 11, Libros del Asteroide, 2019, 240 páginas.
Me encantan los libros que van sobre librerías. Así que conocía y tenía muchas ganas de leer Rialto, 11. Antes de adentrarme en sus páginas, imaginé una descripción alejada del romanticismo habitual con el que se asocia este a negocio; por ello, la obra se centraría en demenuzar la cruda realidad de tener una librería. Por supuesto, con una especial fascinación por este lugar habitado por libros. Y, efectivamente, no me equivoqué, mas no imaginé que todo esto sería llevado a tal extremo. Es imposible permanecer indiferente a la multitud de trabas que Belén Rubiano encontró para llevar a buen puerto un propósito tan noble como vivir de una librería. Hay lucha, trabajo y fe en la andadura de esta librera.
La colección de obras de Bartolomé Esteban Murillo del museo es amplia y relevante, imprescindible para entender al artista, pero no sé si sorprende que el artista esté únicamente representado en dos salas ─16 y 17─ de la colección permanente del Museo del Prado. Por ser meticulosos, el artista también está presente en la salas 16A y 18, con dos notables retratos que habitualmente están expuestos y no rotan.
Bartolomé Esteban Murillo, Nicolás Omazur, 1672, óleo sobre lienzo, 83 x 73 cm, Madrid, Museo Nacional del Prado
Murillo, sin casi salir de su Sevilla natal ─a excepción del crucial viaje a Madrid en el que conoce las colecciones reales─, consigue ser un pintor central del siglo XVII a partir de lograr desarrollar lo más difícil: un estilo muy personal, singular e identificable. Murillo es el pintor de lo humano y, definitivamente, hay pocos ejemplos de artistas que conecten de esa forma con el público. Sus escenas están protagonizadas por personajes corrientes fácilmente identificables, que Murillo toma de la Sevilla en la que vive. Porque la pintura de Murillo está caracterizada por una belleza amable que, me atrevo a decir, consuela y es bálsamo. Y eso que, como cualquier otro habitante de la Sevilla de ese tiempo, el pintor sufre de lleno las terribles repercusiones de la peste de 1649. Si Murillo es el pintor de lo humano es porque también se acuerda de los estratos más desfavorecidos, de los olvidados, que protagonizarán sus escenas de género, populares, de vida cotidiana. Un evidente recuerdo de, como se ha apuntado, la devastadora peste que asoló Sevilla. Sin embargo, a pesar de la relevancia de la colección de Murillo del Prado, el museo no cuenta con composiciones de este temática comparables a las de, por ejemplo, Alte Pinakothek o Louvre.
Alfonso E. Pérez Sánchez, director del Museo del Prado de 1983 a 1991 y uno de los máximos referentes de las últimas décadas en el estudio de la pintura barroco española, nos dejó en 2010, pero su legado sigue presente. Tras leer Ribera, uno se hace cargo de ello. Contar y entender la obra de un artista así es tan difícil… O, dicho de otra forma, hay que tener la mirada privilegiada de Pérez Sánchez para lograrlo.
FOTO: Taschen
Ficha técnica: Norbert Schneider, Vermeer, Taschen, 2016, 96 páginas.
Sí, es un monográfico de la colección Taschen; esos libros que tienen tanto detractores como apasionados a esta propuesta editorial. Por lo general, dicha colección ─con la belleza y cuidado de sus ediciones─ puede resultar ser una buena toma de contacto con el artista que protagoniza el volumen, sin que sea requerido ─prácticamente─ especialización o conocimiento alguno sobre la materia. En resumen, una lectura ligera a partir de su extraordinario repertorio gráfico y la correcta presentación de los contenidos. Con todo, no esperaba aprender tanto con el texto de Schneider. Y eso que estamos hablando de la Edad Moderna, la época que más he trabajado y estudiado, así como de Vermeer, del que soy un gran seguidor de su vida y obra, y del que presuponía que tenía un conocimiento decente. Es lo bueno de los libros: aprendizaje seguro.
Claro está que el cuidado de las ediciones Taschen a un precio más que asumible ─en esta colección─ son su principal seña de identidad. Y esto es importante, ya que es inconcebible la no desdeñable cantidad de libros de historia de arte que no presentan sus contenidos acompañados con imágenes, ¡algo imprescindible para el estudio de esta disciplina! Por no hablar que facilitan el seguimiento y entendimiento de las nociones que se quieren transmitir. No se puede presentar un comentario de una obra artística sin la ilustración. Así de claro. Es inviable; porque si no el lector tiene que crear una imagen mental con la descripción ofrecida y no atiende, precisamente, al texto en sí. El gran número y la calidad de las imágenes permiten aprender más; lógicamente, no sólo aparecen obras de Vermeer, sino que aparecen recogidos distintos trabajos de artistas coetáneos al pintor de Delft. Por consiguiente, a pesar de estos tiempos de Internet, resulta verdaderamente útil y cómodo ─y estoy convencido que no soy el único que aprecia el papel en convivencia con lo digital─ poder acceder a la obra gráfica de un artista en un libro. Si el lector busca esto, Taschen es, sin duda, una buena elección.
Escribo esto siendo cuatro de abril de 2020. Ayer fue el aniversario del fallecimiento de uno de los pintores centrales del siglo XVII europeo: Bartolomé Esteban Murillo. Fue este el motivo que llevó a Pablo Hereza, en Twitter, y de forma muy acertada, a invitar a ver ─de nuevo o por primera vez─ el que para mí es uno de los mejores documentales sobre arte que se han hecho en este país: Murillo, la alegría del barroco, un proyecto de RTVE encabezado por Marcos Hernández Bermejo y cuya razón de ser fue conmemorar el IV Centenario del nacimiento del pintor. A buen seguro el lector se preguntará si he exagerado al escribir una frase tan contundente. No, no exagero en absoluto. ¿Por qué? Porque, como en cualquier cosa que quieres hacer bien en la vida, el proyecto escogió a los que realmente saben sobre Murillo. Y, además, no puso únicamente el foco en nombres que desarrollan su actividad en el ámbito nacional, sino que acude a sedes tan importantes en la exposición de obra del sevillano como la National Gallery de Londres y la Alte Pinakothek de Múnich. Esta proyección internacional sirve para iluminar e ilustrar cómo son vistas las pinturas del artista y qué acogida y alcance tiene su legado artístico.