Sobre la bajada de precio de las entradas del Museo Thyssen

El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza ha decidido bajar los precios de sus entradas. Desde ahora, visitar el museo costará nueve euros, seis si la persona que acude a sus instalaciones reúne los requisitos a cumplir para hacerse con la entrada reducida. El Thyssen alcanzó de nuevo en 2019 la cifra del millón de visitantes, algo que no ocurría desde 2016[1]. Los museos españoles cerraron sus salas con motivo de la irrupción de la crisis sanitaria producida por la Covid-19 y no reabrieron sus puertas hasta el 6 de junio; sin embargo, el Thyssen optó por una estrategia diferente respecto a, por ejemplo, el Museo Nacional del Prado y el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, que optaron por bajar los precios pero aplicando importantes restricciones en la superficie visitable. Por su parte, el Thyssen no acometió modificación alguna de los precios de entrada al museo, pero logró mantener abierta una exposición de primer nivel como Rembrandt y el retrato en Ámsterdam, 1590-1670[2], así como no hubo limitaciones en relación con el espacio a visitar, pudiéndose ver la colección permanente al completo.

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Bartolomé Esteban Murillo en el Museo del Prado

La colección de obras de Bartolomé Esteban Murillo del museo es amplia y relevante, imprescindible para entender al artista, pero no sé si sorprende que el artista esté únicamente representado en dos salas ─16 y 17─ de la colección permanente del Museo del Prado. Por ser meticulosos, el artista también está presente en la salas 16A y 18, con dos notables retratos que habitualmente están expuestos y no rotan.

Nicolás Omazur

Bartolomé Esteban Murillo, Nicolás Omazur, 1672, óleo sobre lienzo, 83 x 73 cm, Madrid, Museo Nacional del Prado

Murillo, sin casi salir de su Sevilla natal ─a excepción del crucial viaje a Madrid en el que conoce las colecciones reales─, consigue ser un pintor central del siglo XVII a partir de lograr desarrollar lo más difícil: un estilo muy personal, singular e identificable. Murillo es el pintor de lo humano y, definitivamente, hay pocos ejemplos de artistas que conecten de esa forma con el público. Sus escenas están protagonizadas por personajes corrientes fácilmente identificables, que Murillo toma de la Sevilla en la que vive. Porque la pintura de Murillo está caracterizada por una belleza amable que, me atrevo a decir, consuela y es bálsamo. Y eso que, como cualquier otro habitante de la Sevilla de ese tiempo, el pintor sufre de lleno las terribles repercusiones de la peste de 1649. Si Murillo es el pintor de lo humano es porque también se acuerda de los estratos más desfavorecidos, de los olvidados, que protagonizarán sus escenas de género, populares, de vida cotidiana. Un evidente recuerdo de, como se ha apuntado, la devastadora peste que asoló Sevilla. Sin embargo, a pesar de la relevancia de la colección de Murillo del Prado, el museo no cuenta con composiciones de este temática comparables a las de, por ejemplo, Alte Pinakothek o Louvre.

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